Nadha es en sáncrito "Sonido que sale de lo más profundo del ser". En otras palabras, expresión del alma. Este blog y el arte en cualquiera de sus formas para mí son eso, mi nadha personal.







sábado, 23 de enero de 2016

Selfies en corpiño

Al igual que el otro 99% de las cosas que no me dejan dormir de noche, no sé cómo hablar de esto porque no hay convenciones sociales sobre cómo hacerlo, pero siento que es una conversación importante. Hablo de las autofotos, de fotografiarse a una misma, los pies, la cara, con maquillaje, sin maquillaje, con ropa o sin ella, tapada o mostrando piel, sólo por que nos parece lindo hacerlo. La selfie como razón en sí misma.
Me maravilla cuando lo hacen sin culpa, porque casi todas las que veo llevan culpa, lo que se puede ver en que siempre parece haber una excusa, otras personas en la foto, una frase. Que nos gusta mostrarnos es un secreto a voces; les ponemos epígrafes a las fotos, les inventamos razones porque sentimos que tenemos que excusarnos.
Yo empecé a temer a las fotos más o menos a los 12, cuando empecé a ser anoréxica. El temor se me empeoró a los 17, cuando engordé y me volví bulímica. Entonces no quería existir, por eso no quería salir en una foto: porque mostraba toda mi materia, algo que yo intentaba negar. La foto era prueba de mi existencia de una forma particular que odiaba, y no podía tolerarlo porque en ese momento casi no podía tolerar estar viva. Durante toda la adolescencia, en el momento en que (antes de los smartphones) sacaban la cámara, se me disparaba la ansiedad. Amaba las fotos, pero me odiaba a mí en interacción con ellas.
A medida que pasó el tiempo y traté mis trastornos, me relajé más y más en las fotos y, por consiguiente, empecé a salir mejor en ellas. Y no sé hace cuánto será pero hoy, por fin, me encanta sacarme fotos. Me sorprende tanto la falta de odio hacia mí misma que no puedo dejar de sacarme fotos.
Sacarse fotos es un poco y sobre todo en esta era posmoderna, no sólo una prueba de existencia sino una forma de existir en sí misma. Capaz para otros esto es una reflexión abstracta pero para mí es un evento concreto y cotidiano. Ahora me quiero sacar fotos porque quiero existir, porque quiero estar viva y dar testimonio de que esta soy yo, este es mi cuerpo, existo así. 
Para mí es muy loco existir porque me pasé la mayor parte de mi corta vida queriendo no estar viva. Además, cortesía de los ataques de pánico y de ansiedad extrema, sé como se siente no sentirte real.
Por eso quisiera que las chicas nos podamos sacar fotos en corpiño sin que crean que queremos calentar pijas. Que tal vez otras quieran hacerlo es un motivo válido en sí mismo que no tiene nada de malo, pero yo no busco una respuesta sexual sino más bien quiero estar viva, quiero ser esa y el acto público de postear una foto me permite serlo. Existir para uno mismo es un deseo hermoso. Por eso celebro las selfies, por eso quisiera que no se condene querer documentar que esta cara es mía, este pelo es mío y este culo enorme es mío.

domingo, 1 de marzo de 2015

La casa llena de niebla

Domingo. Cuando llego a mi casa está a oscuras. La luz del televisor dibuja la cabeza de mi hermana y un porrón al lado. Por un segundo, me paralizo. Sé lo que significa que esté tomando: que ella volvió. Siento una mano que me aprieta el estómago, pero no le hago caso. Después de hacer fuerza un minuto me sale un hola y me apresuro hacia la cocina. Siempre cuesta hablar cuando está ella presente, sobrevolando la casa. No sé si mi madre está o no hay nadie más. No pregunto, decir algo más puede hacer que ella se enoje y todo explote.
Al rato madre sale de su cuarto. Son menos de las 10 de la noche. Madre jamás duerme siesta. Que durante el día esté en su cama solo puede significar una cosa. Entonces ella me abraza fuerte, me aprieta desde atrás, pero no la miro, sigo sin mirarla. En lugar de eso, miro a madre y le comento que le traje unas tazas que me dio mi tía, poniendo el tono más absorto que puedo en nimiedades. Me cuesta respirar porque ella me sigue apretando los pulmones, pero la sigo ignorando.
Gracias a Dios, madre me contesta en tono despreocupado también, me sigue el juego. Pero al rato vuelve a su cuarto, a oscuras, y no vuelve a salir. Ella está tan presente que madre ni siquiera puede fingir. Entonces me aprieta tanto que no puedo respirar.
¿Desde cuando está acá? Desde siempre, al menos para mi memoria de 21 años. Hubo momentos en los que se iba cada tanto. Pero jamás se iba para siempre, jamás. Y hace mucho que dejé de pensar que tal vez no vuelva. Cuando hace el favor de irse un día, no tengo esperanzas: va a volver, siempre vuelve. 
Hubo una época en la que tenía esperanzas. Y tenerlas sólo hacía que me doliera mucho más cuando volvía.

La depresión vuela sobre esta casa, sobre todas las que habité. Mi madre la desprende, va a todas partes abrazándola. No la puede soltar, no la puede dejar. Sí puede dejar todo lo demás, pero a su depresión jamás la abandona. No hay a nadie a quien mi madre escuche más que a su depresión. No hay a nadie a quien mi madre escuche más que a ella misma. 
Su depresión me oprime, me niebla la vista, oscurece cada cuarto y cada pasillo. Su depresión me mira a los ojos y me reclama estar con ella. Quiere que tenga verguenza de no pensar en ella, quiere ser el centro de mi vida. 
Su depresión es una nube tan grande que hizo mitosis, se desprendió de una parte que se pegó a mí. Es implacablemente severa y me crió con disciplina: nada de ser feliz, nada de irme más lejos de lo que esta nube negra puede alcanzar. Nada de sugerir que se vaya, que se abran las ventanas y se airee hasta que desaparezca. Nada de intentar, de equivocarse ni de tratar. Nada de vivir.
Su depresión no la deja ayudar a nadie, pero le hace olvidar ese hecho porque todo el tiempo le está diciendo que alguien debería ayudarla. Su depresión le susurra, días tras día, que nadie sufre más que ella, al tiempo que le tapa la vista para que jamás vea que sí, que hay quien sufre más que ella. 
¿Por qué habrá venido con tanta fuerza esta noche? Probablemente porque mi hermana está tomando, sola, como hace siempre. ( ¿Desde cuándo tiene problemas con el alcohol? Mi memoria también está llena de eso hasta mis primeros recuerdos, así que no sé desde cuándo.)

Hay cosas que para mi mente suceden desde siempre que estuvo funcionando, entonces no sé cuando empezaron. Hay otras que mi mente no quiere ver, entonces tampoco las sé.
Tampoco sé, por ejemplo, si mi madre siempre tuvo la costumbre de no sentarse a comer con sus hijas. Tal vez sí o tal vez empezó la tradición conmigo.
Es ligeramente perturbador que en mi casa jamás hubiera un concepto de Cena. No existe la idea de que hay un horario en el que todos nos reunimos, ponemos la mesa y comemos. Yo comía sola, en una mesa con todos los demás espacio vacíos. Digo, no es que nadie crea que mi familia es funcional, pero no veo la necesidad de disfuncionarla más. 
A los 12 dejé de comer en la mesa. Empecé a comer en mi cuarto, mientras hacía otra cosa. La mesa no tenía sentido. 
A los 13 dejé de comer. La comida tampoco tenía sentido.(Eso me lo enseñó ella).
La depresión te hace cobarde para reclamar tu valor y, como efecto secundario, luego te hace profundamente egoísta. Te hace cobarde en actos y también en pensamientos. Y te mete en el círculo de ser tan cobarde que nisiquera admitís tu cobardía.
Es como un dementor: te aspira el alma por la boca. Te succiona la valentía, la iniciativa. Después se termina llevando la paciencia, y después todo lo demás. Todo. Sólo deja dos cosas: el miedo y el odio. Y como ahora tenés mucho más espacio a dentro, el miedo y el odio se multiplican por mil. 
Te ciega. No recuerdo nunca que mi madre me haya mirado a la cara y me estuviera viendo de verdad. Mi mirada no era transparente y la de ella, tampoco. No puede verme, no puede ver nada.

martes, 7 de octubre de 2014

Viviendo con la bipolaridad. Dia mil.

No sé como ponerlo en palabras. Trato pero siento que nunca llego a especificar el sentimiento, que los textos dan solo una idea general, que quien lo lea creerá que entiende pero no entenderá de verdad, y eso es peor que cuando la gente no entiende nada de lo que te pasa, pero es consciente de eso.
No sé como sacarme las sensaciones sin estímulos, locas, devastadoras, conductoras a otra realidad, una que ustedes no van a entender, una a la que la gente normal no llega.
Siento que mi cuerpo es una cosa asquerosa. Siento que me quiero arrancar la piel, el cerebro, todo esto material. La personalidad también. Quiero que no quede nada de mí, las cosas que hice y pienso y la forma en que no me comporto normalmente y todo el conjunto que entre en el mí.
Hay momentos en los que no soporto estar en mí. Momentos en que me repelo, pero no me puedo salir de mi cuerpo, no me puedo escapar. Me miro las manos, las piernas, me recuerdo como soy y es como mirar una cucaracha que de repente se te posó en la mano: quiero correr, quiero desprenderme. Yo es un lugar en donde no quiero estar.
Hay días, como hoy, en los que no quiero estar en mí. En que soy el bicho de la Metamorfosis de Kafka. Seguir respirando y consciente se me hace insoportable. ¿Por qué me quieren? No lo soporto. Preferiría que no me quisieran, que me gritaran de frente, que dieran una cachetada y me dijeran que soy asquerosa e insoportable. No soporto la responsabilidad de que me quieran. Es más fácil que me odien, porque si me quieren o si me soportan, tengo algo que perder, tengo algo que arruinar. No me dejen tener algo que arruinar, por favor.
Ojalá me aplastaran contra el piso ahora, crrrrunch. No puedo respirar. No puedo parar de llorar. Me culpo por lo que siento y eso me hace llorar más. Quiero gritar que me ayuden pero sé que la gente que me ama-y no sé por qué me ama- no puede ayudarme. Lo más probable es que me hagan sentir peor sin quererlo.

Estoy del otro lado de algo, algo como el túnel de Sábato. La gente normal vive en otra frecuencia, detrás del vidrio. Yo vivo de este lado. Los puedo ver, pero eso no significa que sea como ellos. Yo siempre estoy del otro lado. Puedo disfrutar ver a la gente vivir pero no es esa mi vida. Cada tanto me olvido y cuando lo recuerdo, esa noción se me clava en el pecho y no puedo respirar del dolor.

martes, 19 de agosto de 2014

Contra la neurosis

A veces, la verdad, no sé por qué vuelvo a mis muertos. Tengo la manía de mirar para atrás todo el tiempo y remover asuntos pasados. Tal vez con afán de lograr lo único que espero de mi vida: encontrarle una razón al dolor. El problema es que la mayoría de las veces no logro ese noble objetivo y lo unico que hago es andar lloriqueando de nuevo por cosas que no puedo resolver y a la vez no puedo encontrarle la vuelta.
De todas formas me parece tan humano recordar lo pasado, recordarlo mal, quiero decir: acordarte de lo que te dolió en lugar de las conclusiones que uno trató de sacar. ¿Por que esa tendencia masoquista? ¿Por qué repasamos cosas escudándonos en que tenemos que cerrar un asunto cuando lo único que hacemos es volver a vivir lo doloroso como si no hubieramos ya sacado conclusiones pasando por todo un proceso de aprendizaje?
A veces no puedo evitar la tentación de sentir lástima por mí misma. No puedo no repasar mis errores y mis traumas y odiarme al mismo tiempo que me autocompadezco. Y está mal. Está mal poner esas canciones y llorar. Yo sé que abrir mi Tumblr y leer frases significa que den las 3 am y yo siga frente a la computadora deprimidísima.

Sin embargo es tan tentador, no hacerse mal es tan difícil. Tal vez porque algunas noches reclamo mi derecho a estar mal. A veces no quiero entender nada, no quiero tener un espíritu fuerte y evolucionado, quiero tirarme en el piso y patalear por mi vida de mierda. No quiero entender, no quiero aceptar, no quiero saber nada de procesos de aprendizaje ni antidepresivos ni si mi enfermedad psicológica es común. No quiero comprender pasivamente. Quiero tirarme al piso y patalear porque por más que desde chiquita tengo alma de adulta, a veces la única forma de mantenerme sana en esta lucha contra mí misma es recordarme que sí, que tengo razón en querer renunciar a mi vida, porque en este mundo hay cosas hermosas y hay que enfocarse en ellas, pero está doliendo, está doliendo y reclamo mi derecho a gritar que me está doliendo. Ser positiva es saber que voy a llegar, pero sería alimentar mi neurosis hacerme creer que no duele. Algunos días son una mierda, una mierda completa. Y es sano darse cuenta y gritarlo. Mirá si de tanto mentirme después no reconozco lo que es bueno de verdad y lo que es enfermo.

Noches

Mi corazón tal vez no valga mucho pero cómo pudiste arruinar con tu querer barato a mi ciudad de noche, a los bares de Palermo, a los taxis pasando clásicos grounge a las 5 am.
Ahora todas esas esquinas que amaba están envenenadas, embadurnadas asquerosamente y no puedo con el rechazo que me causan. Y eso que supieron estar llenas de vómito, llenas de pis, de ruido, voces, basura, papeles, comida, botellas, farolitos, cenizas, humo, autos, gritos, llenas de borrachos con el cerebro apagado por el alcohol pero el corazón todavía encendido y quemándoles adentro. Pero eran hermosas. Era la humanidad caótica: por momentos arte, por momentos berreta, por momentos mierda. Pero vos, y la gente como vos, la ponen a otro nivel, a ese rebuscado, antinatura que solo llegan los seres humanos. Porque si vas a hacer el mal, hacelo directamente. ¿Qué es eso de desgastar almas y convertir las cosas en monstruos, los momentos lindos en enfermos?
Perdón, a veces olvido que quien no tiene nada que hacer con su vida, necesita hacer y deshacer las pocas que tiene.

Perdón, a veces olvido que quien está muy avergonzado de sí mismo, siempre puede dar vuelta la realidad y mentirse a sí mismo: soy un genio, y una víctima de mi vida. A nadie le pasaron tantas cosas terribles como a quien encierran en una torre y el pobre debe imaginárselas.

sábado, 12 de julio de 2014

Escaparme del tiempo

Más que gustarme, siempre necesité la música, porque es otra dimensión. Busco la música porque es ritmo, un ritmo diferente al del mundo, un ritmo que yo puedo elegir. Así que me meto en ella en los momentos en que necesito controlar algo, porque el ritmo de la vida no lo puedo controlar. Algunos días no puedo soportar esos ciclos extraños a mí, el tiempo de los semáforos, las acciones de las personas. No puedo controlar que el día esté gris, no puedo hacer que el atardecer no exista y pasemos del sol amarillo a la noche (odio el atardecer porque me da nostalgia). Los flujos del mundo se me escapan, como a todos los mortales. Pero a algunos trastornados no poder controlarlo nos saca de quisio, nos crea un estrés que va más haya del miedo y exitación sanos. 
Así que cada vez que el mundo me hacía daño y yo no podía soportar el miedo de no poder controlarlo, buscaba un tiempo distinto que me hiciera salirme de este tiempo. Mientras dure la canción el mundo es mío, el mundo de la canción es mío. Cuando termina vuelven las bocinas de los autos, el vecino que siempre está martillando (hasta los sábados a la mañana el muy puto), mi sobrinita llorando, las notas mediocres que saco por ser bipolar y no poder dormir, la gente que me basurea. Cuando termina la canción vuelvo a ser yo-pasado, vuelvo a ser la que llegó hasta acá pasando por una infancia de mierda llena de abusos. Con la música soy yo-presente, yo como quiero ser. Soy quien quiero ser y no quien soy, esta trastornadita mental cuasi psiquiátrica llena de mambitos heavys.

Cuando estoy muy mal quiero que la música dure para siempre. Quiero vivir drogada, fuera del tiempo ese que comparten todos los demás y pueden soportarlo. Yo no puedo, tengo la piel demasiado permeable, tengo la cabeza demasiado mal configurada. Todo me empapa, todos los estímulos me llegan, todas las cosas se me hunden tan profundo que a veces no puedo respirar. Todo me importa, maldita sea. Todo el mundo me importa.
¿Cómo se aprende a olvidar? ¿Cómo se aprende a que algo no te importe? No sólo un amor, sino olvidar a los perros en la calle cuando llueve, a las nigerianas que sufren ablación de clítoris, a las personas que te tratan mal, a los abandonos, olvidar los fracasos, olvidar que dijiste palabras de más en un contexto que no daba y eso es terrible, todo para mí es terrible e imperdonable. Me sobredimensiono hasta volverme loca a mí misma.

martes, 11 de febrero de 2014

Algo así

Me enseñaste que triunfar en la vida es poder sentarte a comer con tus amigos y estar lleno de anéctodas "Te acordás esa navidad que..." "Uh mirá lo que encontré, a ver, quien me dice de dónde era esto."
Y cuando empecé a escuchar atentamente, me di cuenta que eran episodios estúpidos, que en su momento los habrán avergonzado o enojado o dolido. Pero con el paso de los años se vuelven dulces y no paraban de reirse de ustedes mismos.
Me enseñaste a mí, cuando mí era una pendeja demasiado autoexigente y malcriada, con demasiadas metas serias, que es a eso a lo que tengo que aspirar. Que cuando piense en donde quiero estar en un futuro es eso lo que siempre me tengo que imaginar: sentada en una mesa con todos hablando y riéndose fuerte.
Me hiciste entender que a través de los años algunas cosas van cambiando (el lugar del encuentro, las parejas e hijos, alguno del grupo que cada tanto falte por razones felices o tristes) pero al final, todo vuelve a ese círculo, uno que no está concretamente en esa casa, ni en esa mesa. Es invisible, pero fuerte.  
Y que las metas que tengo las cumpliré o no, pero no me sirve de nada si en el camino no cultivo a la gente que tengo alrededor. Porque si uno cultiva ese círculo que no se ve, si lo mantiene fuerte, no importa lo que pase. Si conseguiste tu trabajo soñado o te echaron, si estás enamorado o con el corazón roto, si la pegaste y facturás millones o seguís desempleado, no importa, siempre podés volver a ese lugar. En una buena o en una mala época, sentado ahí, te reís lo mismo. Eso es la felicidad.
No sé que le enseñan los padres a sus hijas. Nunca supe nada de eso. Nunca tuve un padre ni lo tendré, porque ya pasó el tiempo de ser criada. Pero me gusta pensar, cuando te extraño, que algo parecido es lo que le enseñan, algo así. Que la forma en la que te extraño es un poco como las hijas extrañan a sus padres si se les mueren. Que su dolor es algo así como el mío.

cupcakes: primer intento ever

cupcakes: primer intento ever