Me
doy cuenta de las cosas. Y pensé en ir corriendo y confundirte
(porque seguro ibas a, simplemente, confundirte. Creo que algo llegué
a conocerte.) Pero pensé, ¿de qué sirve?¿Me lo merezco? No. Nunca
fui el tipo de persona que busca la tortura lenta. Si, seguro me
perdí de oportunidades lindas en la vida por no querer meterme en un
lugar del que no sabía como iba a salir. Pero esta vez no era así.
Era
gracioso que expresaras no saber lo que querés porque para mí era
obvio lo que necesitas y lo que te gusta y lo que te ablandaría. No
lo digo con ningún sentimiento de superioridad ni de odio, es un
simple statement. No digo tampoco que sea obvio para los demás, no
lo sé. Pero para mí era, por lo menos, adivinable. Yo sabía lo que
querías y lo que te haría bien, y te quería dar todo eso. No sabés
cuánto quería. Enserio. No sabés la fuerza mental y las energías
que ponía en callarme y no demostrarte demasiado para que no
salieras corriendo, en recordar que tal vez seguías pensando en tu
ex entonces no tenía sentido contarte “me dijeron Juli”, cuando
me decían que era igual a ella, que te habías conseguido una
igual...Y ahora pienso que tal vez, tal vez me iría mejor si hiciera
lo que se supone es inmaduro, si lo expresara enseguida. Sólo porque
necesito confirmación, necesito hacer las cosas tangibles o me como
la cabeza hasta el final de los días. Aún así, no pido
confirmación, no quiero molestar. Y sí, me como la cabeza por el
resto de mi vida. Por eso aprendí a olvidar, a correr, a soltar.
Mentira.
Eso parece, pero no. Los que escapamos en realidad es porque no
sabemos soltar, no sabemos olvidar. Tapamos, hundimos, envolvemos,
enterramos. Y las cosas siguen ahí. Tratamos de olvidar ciertas
partes. Pero siempre sabemos que hay un paquete ahí, enterrado.
Creamos cajas de Pandora que nunca deben ser abiertas porque
destruiría el poco equilibrio que lográs armar pero a la vez, hasta
que no la abras no vas a lograr el equilibrio de verdad.
Para
la gente como yo lo más difícil del mundo es el equilibrio. Digo, a
todos nos cuesta pero si sos hipersensible es más fácil irte al
otro extremo para intentar compensar. Y así es como yo al final de
cualquier ciclo empiezo a contar cosas que al otro los sorprenden o
que quizás nunca se hubieran imaginado porque me desespero, porque
siento que al final no importa cómo salieron las cosas o quien tiene
la culpa, lo único que importa es que la persona no se vaya antes de
que le diga lo que pienso de verdad y pueda llenar los huecos
borrosos que sé que genero.
Una parte de mí sospechó desde el principio que no te merecías todo el esfuerzo y que me ibas a hacer mierda. Y a lo último me demostraste que no,
no te lo merecías. Pero esa parte no mandó ni se impuso hasta el final.
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