Así se siente la depresión.

Sólo quiero que el dolor pare. Ya no quiero analizar si soy yo o los demás o cuándo tengo que no preocuparme y cuando sí, o cómo interpretar los hechos o como soy. Sólo quiero que el dolor pare. Que el nudo en el estómago se me afloje. Quiero dejar de sentir que los momentos en los que puedo reir y comer con tranquilidad son robados, segunditos pasajeros para después volver a deslizarme despacio pero sin remedio hacia el fondo.

Es más fuerte que cualquier tristeza. Es más fuerte que nunca, más fuerte que todo. Es como si casi toda la gente que conozco me metiera la mano adentro de los órganos y me los enroscara, me los apretara: el estómago, los pulmones, la garganta. No puedo respirar, no puedo comer, no puedo dormir, no puedo gritar.

Quiero dejar de sentir que mi destino inevitable es esto, que voy a terminar tirándome delante de un tren. Estas frases se dicen a veces con demasiada ligereza, la gente las dice y al otro día las deja atrás pero yo no, yo me esfuerzo a diario por levantarme y aún así, siempre tengo esta idea tentadora, siempre. Trato de huirla, de olvidarla, de bajarla a tierra. Pero me gana. No para.
Ellos no paran, nadie para. No se trata de la gente que te lastima. Se trata de la que no te ve. Cúal es la diferencia? Yo ya estoy muerta.